A medio camino de la fecha límite para la Agenda 2030, el Informe de Progreso de los ODS, Edición especial, muestra que más de la mitad del mundo está quedando atrás. Los avances para más del 50 % de las metas de los ODS son endebles e insuficientes, y el 30 % están estancados o han retrocedido. Estos incluyen metas esenciales sobre la pobreza, el hambre y el clima. Si no actuamos ahora, la Agenda 2030 podría convertirse en el epitafio del mundo que podría haber sido.
La pandemia de la COVID-19 y la triple crisis del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación están teniendo repercusiones devastadoras y duraderas. Esto se ha visto amplificado por la invasión rusa de Ucrania, que ha provocado el aumento de los precios de los alimentos y la energía, así como del costo de la financiación, creando una crisis mundial del costo de vida que afecta a miles de millones de personas.
Los países en desarrollo se llevan la peor parte de nuestra incapacidad colectiva para invertir en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Muchos se enfrentan a un enorme déficit de financiación y están enterrados bajo una montaña de deuda. Uno de cada tres países corre un alto riesgo de no poder afrontar el servicio de su deuda.
Los países desarrollados adoptaron políticas fiscales y monetarias expansivas durante la pandemia y en gran parte han retomado la trayectoria de crecimiento anterior. Pero los países en desarrollo no pudieron hacer lo mismo, en parte por el riesgo de que sus monedas colapsaran. Las corrientes de asistencia oficial para el desarrollo están muy por debajo del histórico compromiso del 0,7 % del INB. Los mercados financieros en general cobran a los países en desarrollo tasas de interés hasta ocho veces superiores a los de los países desarrollados.
La financiación para detener el cambio climático también está muy por debajo de los compromisos y los países desarrollados no han aportado los 100.000 millones de dólares anuales prometidos a partir del 2020. Mientras tanto, a los países vulnerables de ingresos medios se les niega el alivio de la deuda y una financiación en condiciones favorables, y el Marco Común para el tratamiento de la deuda del G20 sencillamente no funciona.
Los ODS son la hoja de ruta universalmente acordada para superar las divisiones económicas y geopolíticas, restablecer la confianza y reconstruir la solidaridad. La falta de progreso significa que las desigualdades seguirán profundizándose y aumentará el riesgo de un mundo fragmentado que funcione en dos velocidades. Ningún país puede permitirse el fracaso de la Agenda 2030.
Este informe alza la voz de alarma y llama a un Plan de Rescate para las Personas y el Planeta. Espero que la Cumbre sobre los ODS en septiembre acuerde respaldar este Plan de Rescate basado en una alianza mundial para la acción y la aceleración de los ODS por parte de todas las partes interesadas.
En primer lugar, la comunidad internacional debe promover nuestra propuesta de Estímulo de los ODS, para aumentar una financiación asequible a largo plazo para todos los países que lo necesiten.
El Estímulo de los ODS presenta tres ámbitos de acción: un aumento masivo de la financiación para el desarrollo, posibilitado por una transformación del modelo de negocios de los bancos multilaterales de desarrollo; una nueva iniciativa para las deudas, en virtud de la cual las deudas a corto plazo podrían canjearse por instrumentos a plazo más largo y a tasas de interés más bajas; y la ampliación de la financiación de contingencia para todos los países que la necesiten. Esto puede lograrse con las reglamentaciones actuales y permitirá realizar inversiones inmediatas en servicios básicos, energía no contaminante y transición digital.
Sin embargo, para abordar las raíces de esta grave situación, necesitamos una reforma profunda de nuestra arquitectura financiera internacional anticuada, disfuncional e injusta. Necesitamos con urgencia instituciones financieras adecuadas a sus fines, que garanticen que los beneficios de la globalización alcancen a todos y que cumplan su mandato ofreciendo una red de seguridad para todos los países en tiempos difíciles.
En resumen, necesitamos un nuevo momento de Bretton Woods. Los países en desarrollo deben tener voz y representación proporcionales en las instituciones y en los procesos de toma de decisiones mundiales. Las decisiones económicas y financieras deben dar prioridad al bienestar de las personas y del planeta. Los gobiernos y el sector privado deben reorientar sus economías hacia modelos de crecimiento resilientes y con bajas emisiones de carbono.
Este informe reclama ambiciosos puntos de referencia nacionales para erradicar la pobreza y reducir la desigualdad, centrándose en aspectos clave: ampliar la protección social y el empleo digno, abordar la crisis de la enseñanza, hacer frente a la desigualdad de género y mejorar la inclusión digital. Estos cambios deben apoyarse en el fortalecimiento de las instituciones nacionales, una mayor rendición de cuentas, marcos normativos eficaces, y una infraestructura digital y capacidad de datos más sólidas.
Todo esto requiere reforzar la cooperación multilateral y el apoyo al sistema de desarrollo de las Naciones Unidas. Sobre todo, requiere acciones ambiciosas, decisivas y comprometidas en la Cumbre sobre los ODS de septiembre y en la Cumbre del Futuro del año próximo.
Llegó el momento de la verdad y del ajuste de cuentas, pero juntos podemos convertirlo en un momento de esperanza. Insto a todos los Estados miembros a convertir el año 2023 en el momento en que impulsemos el progreso de los ODS, para poder crear un futuro más pacífico y próspero para todos.
Fuente: https://www.un-ilibrary.org/content/periodicals/25216902