Por: Omar Cervantes, Itzel Sosa-Argáez y Aramis Olivos Ortiz

En México, el desarrollo de las costas ha sido desarticulado y desordenado. El resultado es que hoy en día, en muchos sitios, las playas y costas han perdido las condiciones originales en las que se encontraban, lo que hace que el sistema playa-duna sea vulnerable ante los fenómenos hidrometeorológicos y por tanto nos haga vulnerables a nosotros. Las dunas son la primera línea de interacción del mar y la costa, lo que hace que tengan un valor estratégico pues actúan como amortiguadores. Las olas, corrientes y tormentas dan lugar a un proceso continuo de acumulación y pérdida de sedimentos, creando geoformas cubiertas con especies vegetales tolerantes a las brisas marinas, que otorgan cohesión a los granos de arena. Esta infraestructura natural es el resultado de la interacción entre el océano y el continente, y junto con la playa, funcionan como un disipador de la energía del oleaje, de las mareas, del viento y protegen a la costa ante los crecientes fenómenos hidrometeorológicos que ponen en riesgo a personas, animales y ecosistemas.
Estas características de las dunas nos protegen de eventos extremos y son un activo ambiental ante el ascenso del nivel del mar y otras formas de degradación. La urbanización costera carece de una buena planeación y las dinámicas que están en marcha en el uso de suelo producen deforestación, pérdida de especies y reducción en aportes sedimentarios entre la playa y dunas. De esto se desprende su valor estratégico entre el mar y la costa como un espacio de transición complejo que proporciona importantes servicios a la sociedad.
Las dunas y la biodiversidad
Además de brindar protección al territorio, las dunas albergan altos niveles de biodiversidad que proporcionan beneficios importantes a la sociedad. A esto se le conoce como servicios ambientales y culturales que, en el caso de las dunas, incluyen aspectos tales como la cubierta vegetal que albergan especies comestibles que forman parte del patrimonio alimentario regional de las costas de Colima. Esto genera una relación estrecha entre la naturaleza y las personas, generando identidad a través de paisajes, usos y costumbres por medio de técnicas de recolección y conservación de plantas como las nopaleras, que además son fuente de vitamina C, minerales (calcio y potasio), proteínas, fibra dietética que mejora la digestión, fitoquímicos que ayudan a controlar los índices glucémicos en la sangre y que tienen propiedades anti cancerígenas.4 Estas nopaleras visten las playas rurales y semiurbanas, actuando como cercos vivos y protección de las dunas secundarias, coronadas por el rojo carmesí de la pitahia o tuna roja que, en temporada, iluminan el acceso a la playa, pretexto ideal para su recolección en el paseo dominical familiar como parte de las tradiciones costeras alimentarias de esta franja del Pacífico colimense.
En los acantilados se observa la lechuguilla con el que se hace una bebida fermentada de la savia del cogollo que se mezcla con azúcar y agua para generar un energizante de bajo costo. También se observa al mezquite, árbol endémico de México, eficiente cohesionador de la arena que permite la conservación de las dunas y el paisaje costero. Sin embargo, son poco conocidos los beneficios de sus semillas que están protegidas por una vaina y contienen aproximadamente un 12 % de proteínas, calcio, potasio, hierro y zinc y un bajo índice glucémico, apto para personas con diabetes que además es libre de gluten. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) lo clasificó como un súper alimento, tanto así que es consumido en polvo por deportistas como suplemento alimenticio. Aunque no se tiene registro de este uso en las costas de Colima, puede ser una potencial área de oportunidad para el estado.

En las dunas de México también hay un árbol nativo y endémico de América tropical, la Parota, que alcanza hasta 30 metros de altura. En comunidades de Colima se tiene la tradición de cocinar las almendras de sus semillas con técnicas ancestrales de los pueblos originarios en sopas y salsas, las cuales poseen un 4.9 % de fibra y su almendra contiene 38 % de proteína, comparable con la soya. Esta herencia de la dieta mesoamericana del occidente del país, su colecta y consumo forma parte de una alimentación saludable que debe conocerse y preservarse.

Las dunas de Colima
El estado de Colima es privilegiado por su alta biodiversidad, por estar entre el mar y las montañas, por sus dunas. A este patrimonio natural se le suma el patrimonio cultural, pues Colima alberga un tesoro de saberes, costumbres, conocimiento ancestral, una gastronomía envidiable caracterizada por sus múltiples sabores, colores y texturas. Un tipo de turismo científico que sea consciente y sustentable es posible, uno que respete y esté a la altura de este patrimonio biocultural. Este turismo debe de estar planeado de forma tal que no se afecten las dunas y su capacidad de resiliencia, como en el caso de la playa de Peña Blanca en Manzanillo, Colima. Hasta el momento, todavía provee de servicios ambientales, pero se requiere un adecuado diseño e implementación de políticas públicas y normas asociadas con la participación de las comunidades residentes para que haya certeza de su protección.

Fuente: https://medioambiente.nexos.com.mx/dunas-costeras-patrimonio-biocultural/